Después de jubilarme, junto a mi esposo, creamos un jardín soñado para unir a la familia. Pero la reacción inesperada de mi nuera destapó resentimientos y heridas ocultas. Esta es la historia de cómo el silencio puede destruir hasta los sueños más hermosos.
Hace veinte años que mi exesposo, Ernesto, me dejó sola con nuestros hijos. Ahora, a mis 65 años, cuando creía que la calma reinaba en mi vida, él reaparece pidiendo refugio. Mis hijos se niegan rotundamente a aceptarlo, y yo me debato entre la compasión y la lealtad familiar.
Mi nombre es Débora y, tras años de sacrificio como madre soltera en Ciudad de México, decidí gastar mis ahorros en una fiesta inolvidable por mis 60 años. Mi hijo Andrés y su esposa Valeria esperaban que ese dinero fuera para ayudarles a comprar un auto, y mi decisión desató una tormenta de reproches y silencios. Esta es la historia de cómo un sueño personal puede convertirse en el epicentro de un conflicto familiar que pone a prueba el amor y la comprensión.
