Ella no volvió… porque ya no podía
Regresé a casa antes de lo habitual, esperando encontrar a Lucía con su sonrisa y el aroma de su guiso favorito. Pero la casa estaba vacía, fría, y un silencio extraño lo llenaba todo. Esa noche descubrí que la ausencia puede ser más ruidosa que cualquier grito, y que hay despedidas que nunca se pronuncian en voz alta.