Te fuiste para que yo pudiera nacer
En la víspera de nuestro quinto aniversario, preparé la cena favorita de Julián, aferrada a la esperanza de que el amor y la dedicación pudieran llenar el vacío que la infertilidad había dejado en nuestro hogar. Cada día era una batalla entre la fe y el dolor, entre la promesa de los médicos y el silencio de una casa sin risas infantiles. Cuando Julián se fue, sentí que mi mundo se derrumbaba, pero su partida fue el inicio de un renacimiento inesperado en mi vida.