Mi nombre es Samuel y esta es la historia de cómo perdí a mi hija Amy y tuve que enfrentarme a la paternidad de Elizabeth, una niña que apenas me conocía. Entre el dolor, la culpa y la esperanza, intenté reconstruir lo que el tiempo y mis errores habían destruido. Esta es una confesión sobre segundas oportunidades, heridas abiertas y la búsqueda de redención en un mundo donde a veces el perdón llega demasiado tarde.
Una tarde en el parque cambió mi percepción sobre la maternidad y la violencia. Defendí a mi hija Luciana de una injusticia, pero mi reacción me dejó marcada por la culpa y la reflexión. Ahora me pregunto si hice lo correcto o si solo perpetué un ciclo de intolerancia.
Una tarde, por corregir a mi sobrina, mi hermana me acusó de ser cruel y toda la familia me dio la espalda. Ahora, desde mi pequeño departamento, reflexiono sobre la soledad y el dolor de ser incomprendida por quienes más amo. ¿Hasta dónde llega el amor familiar cuando se trata de poner límites?
