Puertas Cerradas: El Precio de Ser Madre
Estoy parada frente a la puerta de mi propio departamento en Buenos Aires, temblando de frío y de incredulidad, mientras mi hija Luciana me mira sin pestañear y cierra la puerta en mi cara. Hace un año, le cedí el departamento por amor y confianza, creyendo que así aseguraba su futuro. Ahora, con una valija y el corazón hecho trizas, me pregunto dónde fallé y si ser madre en este mundo significa renunciar a todo, incluso a uno mismo.