Si no te sientas a la mesa con mi familia, al menos cocina y pon la mesa, ¡y luego vete!
Después de una pelea con la familia de mi esposo, él me exige que siga participando en las reuniones familiares aunque no quiera. Esta historia narra el dolor de sentirme rechazada y la presión de cumplir con expectativas ajenas en un matrimonio latinoamericano. Al final, me pregunto si realmente es posible amar cuando uno debe negarse a sí mismo para complacer a los demás.