Un día común se convirtió en mi peor pesadilla: perdí a mi hijo Emiliano en un accidente que pudo haberse evitado. Mi relato es un grito de dolor y advertencia sobre la fragilidad de la vida y la culpa que consume a una madre. Espero que mi historia ayude a otros a valorar cada instante y a no juzgar el dolor ajeno.
Un verano que debía ser solo una ayuda temporal para mi hijo y mi nuera se convirtió en una prueba de mis límites y mi dignidad. En vez de gratitud, recibí reproches y exigencias, lo que me obligó a replantear mi papel en la familia y a buscar respeto por mis propias necesidades. Esta es la historia de cómo aprendí a decir basta y a priorizarme, aunque doliera.
Cuando mi hija Camila empezó la primaria, dejé mi trabajo para dedicarme por completo a su educación y bienestar. Ahora, mientras ella entra a la secundaria y yo intento volver al mundo laboral a mis cuarenta y tres años, me enfrento a una realidad que nunca imaginé: la soledad, la inseguridad y el miedo de haber perdido mi propio camino. Esta es la historia de cómo el amor de madre puede convertirse en una encrucijada dolorosa.
