Cincuenta y dos años y libre: Amar a pesar de todo
Me llamo Lucía y, a los 52 años, decidí seguir mi corazón aunque mi familia nunca aceptó a mi nueva pareja. Mi historia es un viaje de valentía, miedo al rechazo y la esperanza de que la felicidad no tiene edad. He enfrentado prejuicios, discusiones y soledad, pero también he descubierto que la libertad de amar es el mayor regalo que uno puede darse.