Desde que era niña, admiré la dedicación de mi mamá, Teresa, como cuidadora de niños en nuestro barrio de Medellín. Pero cuando llegó el momento de pedirle ayuda con mis propios hijos, me encontré con una negativa fría y rotunda. Esta es la historia de mi lucha interna por entender por qué mi madre prefiere cuidar a los hijos de otros antes que a sus propios nietos.
Me llamo Lucía y toda mi vida la dediqué a mi hija, Camila. La apoyé en cada paso, incluso cuando ya era adulta, pero ahora siento que solo recibo distancia y frialdad de ella y su esposo. Me pregunto en qué fallé y por qué el amor de madre a veces no basta para mantener unida a la familia.
Una tarde, mi hija Lucía me pidió que le avisara si venían su hermano Andrés y su esposa Camila, porque prefería no estar en casa. Esa petición, tan directa y fría, me hizo enfrentarme a los silencios y heridas ocultas en mi familia. Esta es la historia de cómo el rencor, los secretos y la falta de comunicación pueden desgarrar incluso los lazos más fuertes.
