Cuando el nido nunca se vacía: La llegada de mi hijo y su familia a casa
En medio de la noche, mi esposo y yo discutimos en voz baja sobre la inminente llegada de nuestro hijo, su esposa y sus dos hijos a nuestra pequeña casa en Puebla. El miedo y la culpa se mezclan en mi pecho: ¿cómo negarles un techo si algún día esta casa será también de él? Pero la tensión crece, los recuerdos del pasado y las heridas familiares resurgen, y me pregunto si el amor basta para sobrevivir a la convivencia forzada.