Puertas que cerré para siempre

Puertas que cerré para siempre

Mi hijo gritaba y golpeaba la puerta, suplicando que lo dejara entrar, pero yo, Heliana, me aferraba a mi taza fría, incapaz de moverme. La violencia y el miedo habían invadido mi hogar durante años, y esa tarde tomé la decisión más dolorosa de mi vida: cerré la puerta para siempre. Ahora me pregunto si alguna vez podré perdonarme o si la paz finalmente llegará a mi corazón.

Puertas que nunca volveré a abrir

Puertas que nunca volveré a abrir

Hoy entendí que hay puertas que deben cerrarse para siempre. Mi hijo, Santiago, golpeaba la puerta de metal con desesperación, mientras yo, sentada en el suelo de la cocina, temblaba entre recuerdos y culpas. Esta es la historia de cómo una madre puede amar y temer al mismo tiempo, y de cómo, a veces, el amor propio exige decisiones que desgarran el alma.