El Secreto de Mamá: Treinta y Cinco Años Viviendo en la Sombra
—¡Lucía, apúrate! —grité desde la cocina, mientras el olor a café quemado llenaba el pequeño departamento en Iztapalapa. Mi corazón latía con fuerza, no por el apuro matutino, sino por el miedo constante de que alguien descubriera mi verdad. Me llamo Mariana, pero durante treinta y cinco años fui Manuel para todos, incluso para mi propia hija.
Recuerdo el día en que nació Lucía como si fuera ayer. La enfermera me miró con desconfianza cuando pedí verla primero. “¿Es usted el papá?”, preguntó. Asentí, tragándome las lágrimas y el dolor de no poder decir: “Soy su mamá”. Desde ese momento, supe que mi vida sería una batalla silenciosa.
Mi madre, Doña Rosa, nunca aceptó quién era yo. “Manuel, los hombres no lloran ni se visten raro”, repetía cada vez que me veía con los labios pintados a escondidas. Cuando quedé embarazada, el escándalo fue tal que me echó de la casa. “¡Vas a traer vergüenza a la familia!”, gritó. Me fui con una maleta y el miedo pegado a la piel, pero también con la determinación de proteger a mi hija de un mundo cruel.
En el barrio, todos me conocían como Don Manuel, el que arreglaba radios viejos y vendía tamales los domingos. Nadie sospechaba nada. Aprendí a caminar con los hombros rectos y la voz grave, a reprimir mis gestos femeninos y mis ganas de usar vestidos floreados. Cada día era una actuación dolorosa.
Lucía creció creyendo que tenía un papá soltero. Yo le cocinaba arroz con leche y le tejía bufandas en invierno. A veces me preguntaba por qué no tenía mamá. “Se fue cuando eras bebé”, le decía, sintiendo cómo se me rompía el alma con cada mentira.
Una tarde lluviosa, cuando Lucía tenía doce años, llegó llorando de la escuela. “Me dijeron que soy rara porque no tengo mamá”, sollozó. La abracé fuerte, deseando poder decirle la verdad. Pero el miedo a perderla era más grande que mi deseo de ser yo misma.
Los años pasaron entre sacrificios y silencios. Trabajé de noche limpiando oficinas para pagarle la prepa y luego la universidad. Guardé cada peso para que ella tuviera una vida mejor. Nunca tuve pareja; ¿quién iba a querer a alguien como yo, viviendo en la sombra?
Cuando Lucía cumplió veinticinco años y consiguió su primer trabajo como abogada, sentí un orgullo inmenso. Pero también una tristeza profunda: ella seguía sin saber quién era realmente su mamá.
Todo cambió el día que Doña Rosa enfermó gravemente. Fui al hospital con Lucía y, al vernos juntas, mi madre murmuró: “Perdóname, Mariana”. Lucía me miró confundida. “¿Por qué te dijo así?”
El secreto ya no podía sostenerse más. Esa noche, en nuestro departamento, me senté frente a Lucía y le conté toda la verdad. Le hablé de mi infancia, del rechazo familiar, del miedo a perderla si la sociedad descubría que su ‘papá’ era en realidad su mamá transgénero.
Lucía lloró mucho. Al principio no entendía nada; sentía rabia por las mentiras, por los años robados de sinceridad entre nosotras. “¿Por qué nunca confiaste en mí?”, me preguntó entre lágrimas.
—No era falta de confianza —le respondí—. Era miedo. Miedo a que te hicieran daño por mi culpa.
Pasaron semanas difíciles. Lucía apenas me hablaba; yo sentía que todo mi sacrificio había sido en vano. Pensé en irme lejos, desaparecer para siempre. Pero un día llegó a casa con una caja de fotos viejas y me dijo: “Quiero conocer a Mariana”.
Lloramos juntas esa noche como nunca antes. Me puse mi vestido favorito —el único que guardaba escondido— y ella me peinó el cabello con ternura. Por primera vez en treinta y cinco años, fui yo misma frente a mi hija.
Ahora, al borde de la vejez, veo mi reflejo en el espejo y me pregunto si valió la pena tanto sacrificio, tanta soledad y miedo. ¿Cuántas personas viven ocultas por temor al rechazo? ¿Cuántas madres como yo han tenido que renunciar a sí mismas para proteger a sus hijos?
A veces me pregunto: ¿habría sido diferente si hubiera tenido el valor de ser Mariana desde el principio? ¿O simplemente habría perdido a Lucía mucho antes? ¿Ustedes qué harían por amor a sus hijos? ¿Vale la pena vivir en la sombra para protegerlos del mundo?