El Silencio de Mariana: Entre el Amor y el Miedo
—Mamá, ¿qué voy a hacer?—. La voz de Mariana se quiebra en la penumbra de su antigua habitación, la misma donde yo la arrullaba cuando tenía pesadillas. Ahora, la pesadilla es real y no sé cómo protegerla.
Hace tres días, Mariana llegó a casa con una maleta y los ojos hinchados. No pregunté mucho; sabía que si necesitaba hablar, lo haría. Pero anoche, mientras preparaba café en la cocina, la escuché sollozar y no pude más. Entré en su cuarto y la abracé. Fue entonces cuando me lo confesó: está embarazada de nuevo. Andrés, su esposo, no lo sabe. Y ella no sabe si decírselo.
—¿Por qué no quieres contárselo?— le pregunté, aunque ya intuía la respuesta.
—Mamá… Andrés no quería otro hijo. Apenas podemos con Emiliano. Discutimos tanto por dinero, por el trabajo… Él dice que no es momento para más responsabilidades. Y ahora esto…— Mariana se cubre el rostro con las manos, temblando.
Me siento impotente. Recuerdo cuando yo misma tuve que criar sola a mis hijos después de que su padre se fue. Sé lo que es el miedo, la incertidumbre, el peso de una decisión que puede cambiarlo todo. Pero también sé lo que es vivir con un secreto que te carcome por dentro.
Mariana y Andrés se casaron jóvenes, como muchos aquí en Puebla. Al principio todo era ilusión: la boda en la iglesia del barrio, las fotos en el parque, los sueños de una casa propia. Pero la realidad llegó pronto: Andrés perdió su trabajo en la fábrica durante la pandemia y desde entonces todo ha sido cuesta arriba. Mariana trabaja medio tiempo en una papelería y cuida de Emiliano, que apenas tiene tres años y ya pregunta por su papá cada noche.
—¿Y si se enoja? ¿Y si me deja?— Mariana susurra, como si temiera que las paredes escucharan.
—Hija, los secretos pesan más que las verdades difíciles— le digo, aunque mi voz tiembla. —Andrés tiene derecho a saberlo. Pero tú también tienes derecho a decidir qué es mejor para ti y para tu hijo.
La casa se siente más pequeña desde que Mariana volvió. Mi esposo, Don Ernesto, apenas habla; se limita a mirar el televisor y a suspirar cuando cree que nadie lo escucha. Sé que le duele ver a su hija así, pero no sabe cómo ayudarla. Mi otra hija, Lucía, opina que Mariana debería regresar con Andrés y enfrentar las cosas juntos. «No puedes huir cada vez que hay problemas», le dice sin rodeos. Pero yo veo el miedo en los ojos de Mariana y me parte el alma.
Hoy por la mañana, mientras desayunábamos pan dulce y café de olla, Emiliano preguntó:
—¿Cuándo vamos a ver a mi papá?
Mariana bajó la mirada y yo sentí un nudo en el estómago. ¿Cómo explicarle a un niño tan pequeño que los adultos a veces no sabemos qué hacer?
Por la tarde, Andrés llamó al teléfono fijo. No preguntó por mí ni por Ernesto; sólo quería hablar con Mariana. La vi dudar antes de contestar. Se encerró en el baño y escuché su voz baja, temblorosa:
—No sé cuándo voy a volver… No sé si puedo…
Después salió con los ojos rojos y me abrazó fuerte.
—Mamá, tengo miedo de perderlo todo— susurró.
En el pueblo todos hablan. Las vecinas cuchichean cuando ven a Mariana salir al mercado conmigo. «Pobrecita, tan joven y ya con tantos problemas», dicen unas. Otras murmuran: «Seguro el marido la dejó por otra». Nadie sabe la verdad completa, pero todos opinan.
Esta noche me siento junto a Mariana en su cama. Afuera llueve y el sonido del agua golpeando el techo me recuerda otras tormentas, otras noches difíciles.
—¿Qué harías tú en mi lugar?— me pregunta de pronto.
Me quedo callada un momento. Pienso en mis propios errores, en las veces que callé por miedo o por vergüenza.
—Yo… creo que le diría la verdad. No porque sea fácil, sino porque vivir con miedo es peor. Pero también te apoyaría si decides esperar o si decides criar sola a tu hijo. Lo importante es que no estás sola, hija.
Mariana asiente y me toma la mano. Sé que mañana será otro día de dudas y decisiones difíciles. Pero también sé que juntas podemos con esto.
A veces me pregunto: ¿Por qué las mujeres tenemos que cargar siempre con el peso de los secretos familiares? ¿Por qué nos da tanto miedo decir la verdad?
¿Ustedes qué harían si estuvieran en el lugar de Mariana? ¿Es mejor callar para evitar un conflicto o enfrentar la verdad aunque duela?